domingo, 16 de noviembre de 2008

LA BELLA DURMIENTE


El Museo Naval ‘se independiza’.La institución es una Bella Durmiente que espera aún la visita de muchos españoles. Ahora, con la exposición temporal de objetos de la Guerra de la independencia, saca brillo a sus joyas bicentenarias.


Ser vecino del Prado y de la Thyssen no es suficiente para que el Museo Naval sea popular, en un país que vive de espaldas al mar a pesar de sus 7.880 kilómetros de costa. Su modesta entrada, dentro del Cuartel General de la Armada, no guarda proporción con el valor de sus colecciones. La joya más valiosa del Museo Naval es el Mapamundi que Juan de la Cosa pintó sobre un pergamino en 1500 para los Reyes Católicos, expuesto en el centro de la sala principal dedicada al Descubrimiento de América.


Carta universal de Juan de la Cosa

Peculiares son las numerosas maquetas de barcos de toda época, muchas de las cuales no sólo son únicas, sino también previas a la construcción del barco, porque se realizaban para presentar los proyectos y logar que recibieran la aprobación de los monarcas.


Modelo. Galeón del siglo XVI

Adaptándose al estilo de otros museos, el Naval acoge, desde el pasado 31 de mayo y hasta el próximo 15 de enero, una exposición temporal, dedicada en este caso a la Guerra de Independencia en su bicentenario.
La primera acción de la Armada contra Napoleón fue previa al Dos de Mayo. Ya en febrero, Cayetano Valdés se negó a obedecer la orden de llevar sus barcos a Tolón, y los llevó a Mahón, Menorca, isla que los ingleses habían devuelto a España apenas seis años antes. En el propio Dos de Mayo, la Armada está presente en el bando de Móstoles, redactado, además de por su alcalde, por el auditor general del Almirantazgo, Juan Pérez Villamil. En las calles de Madrid, se batió contra los franceses una compañía de granaderos de Marina.
Antes de Trafalgar (1805), la Real Armada contaba con 247 barcos; en 1808 todavía eran 221, pero su estado era lamentable. Los marinos echan mano, al comenzar la guerra, de pequeñas lanchas cañoneras y de la artillería de costa para asediar en Cádiz a la escuadra del almirante francés Rosily, que se rinde en junio de 1808. Precisamente para liberar a esta escuadra de cinco navíos y una fragata, que estaban en Cádiz desde el combate de Trafalgar, había enviado Napoleón a Dupont con el ejército que fue derrotado en Bailén.

La ayuda inglesa

También en 1808 es apresado en Vigo el navío francés Atlas. El Museo Naval conserva el estandarte que le donó Napoleón. Pero sin duda el hecho decisivo es la alianza con los antiguos enemigos británicos, que otorga a los españoles el dominio del mar, hasta el punto de que José I será un rey sin Armada.
Las fuerzas aliadas inglesas desembarcan en España sin encontrar oposición francesa: Spencer con 45.000 hombres en julio; Wellesley (futuro Lord Wellington) con 9.000 en agosto; y en septiembre otros tres generales. En octubre llegan a Santander, en barcos británicos, 9.000 de los 14.000 soldados con los que el Marqués de la Romana marchado al servicio de Napoleón para conquistar Dinamarca.

Retirada y victoria

En 1809, con la llegada de Napoleón al frente de sus ejércitos, la Armada protagoniza las operaciones que permiten a los ingleses retirarse e incluso reconquistar Galicia. Mientras los barcos que no pueden combatir son enviados a lugar seguro (América o Mahón), más de 200 lanchas cañoneras hacen posible que Cádiz sobreviva a un asedio y que en ella se reúnan las Cortes que darán a España su primera Constitución en 1812. A partir de ese año, y con Napoleón embarcado en la aventura rusa, soplan vientos de victoria para los aliados en la Península. La toma de Santander mediante ataques por mar y tierra facilita la victoria de Arapiles en julio. En agosto, Wellington entra en Madrid. La toma de Valencia obliga a nuestra Armada a trasladar su base a Alicante, donde son desembarcados 4.800 españoles venidos de Menorca. El 24 de agosto termina el cerco de Cádiz. En noviembre de 1813 ya se combate en territorio francés al oeste del Pirineo, mientras que en el este fracasa un desembarco en Salou y en cambio se obliga a los franceses a salir de Tarragona.
En 1814 termina la Guerra y la Armada tiene 112 barcos, de los cuales sólo 25 son navíos y 18 fragatas. Por hablar sólo de las grandes unidades, en la Guerra se perdieron 17 navíos (barcos con varias líneas o baterías de cañones superpuestas) y 12 fragatas (una sola batería por amura). La Armada había jugado un papel protagonista desde el principio, como lo muestra el que, hasta que en 1810 se formara el Consejo de Regencia, gobernara la Junta Suprema Central el que había sido ministro de Marina de Fernando VII, Antonio de Escaño.

Prisioneros

La exposición temporal organizada por el Museo Naval incluye tres modelos de navíos llamados de prisioneros por haber sido construidos por marinos franceses prisioneros en Inglaterra durante las guerras napoleónicas (1799-1815). Están construidos a base de huesecillos de la comida y, presuntamente, los vendían precisamente para obtener a cambio comida.
La exposición incluye armamento, piezas de uniforme, un ejemplar del Toisón de Oro (única condecoración que José I mantuvo vigente), las banderas de un regimiento bonapartista español (el de Málaga número 6) y del navío francés Heros (uno de los tomados a Rosily). En poco más que una sala y un pasillo, se da un rápido repaso a una página importante de nuestra historia. Con piezas antiguas y de notable significado, como la mesa en la que se supone que Murat firmó los fusilamientos del Tres de Mayo, y otras más modernas como las miniaturas de soldados regaladas por Arturo Pérez-Reverte.


Funte: La Gaceta. 14.11.2008

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