lunes, 29 de diciembre de 2008

FAROS DE LA ANTIGÜEDAD


La fascinante historia de los faros se pierde en la noche de los tiempos y discurre paralela a la historia de la navegación.

El hombre descubrió muy pronto que pudo moverse con relativa facilidad sobre la superficie del agua. Desde los egipcios hasta los fenicios las vias marítimas se fueron ampliando, pero la navegación siguió siendo preferentemente costera y diurna. Sólo cuando el hombre aprendió a orientarse por las estrellas comenzó a navegar de noche, evitando los escollos, los bancos de arena, y las corrientes Fue entonces cuando comenzó a iluminar la noche con los primeros -faros-, que no eran otra cosa que hogueras de leña, situadas en los lugares más peligrosos para señalar la ruta a los navegantes. Los primeros fuegos que debían permanecer encendidos toda la noche, requerían cuidados, combustible, conocimiento técnico y la presencia constante del hombre.
Homero en el libro XIX de la Illiada, comparaba el centelleante escudo de Aquiles con uno de estos fuegos -Aquiles sujetó con el brazo su grande y resistente escudo, cuyo resplandor semejaba desde lejos al de la luna. Como lo parece el fuego encendido en un enclave solitario en lo alto de un monte a los navegantes que vagan por el mar; abundante de peces porque las tempestades los alejaron de sus amigos-.

Otros poetas de la Antigüedad representaron el faro inspirándose en el mito de Hero y Leandro, los amantes secretos. Hero, sacerdotisa consagrada a Afrodita esperaba cada noche a su amante a orillas del Helesponto, el mar que él atravesaba a nado para encontrarla, guiado por una lámpara encendida, pero una noche el viento apagó la luz, Leandro se perdió entre las olas y Hero, desesperada se arrojó al mar.

Posteriormente las hogueras dieron paso a otros instrumentos de señalización más potentes cuando gracias a la evolución de la navegación comercial, se construyeron grandes puertos en las rutas de mayor tráfico. Uno de los más notables, incluido en el año 200 a.C. por Filón de Bizancio entre la siete maravillas del mundo, fue el Coloso de Rodas, una enorme estatua antropomorfa que representaba a Helios, el dios del sol, con una antorcha encendida. Según la tradición, media como mínimo 70 codos (aproximadamente 32 metros) y fue construido en la bacana del puerto, de manera que las naves pasaban entre sus piernas. En realidad, la opinión de los historiadores sobre el aspecto de esta escultura son divergentes, aunque coinciden en atribuir la estatua a Cares de Lindos, que hacia el año 290 a. de C. la había construido en piedra recubierta por placas de bronce. El Coloso tuvo una vida breve: ochenta años después de ser levantado se derrumba a causa de un terremoto y una leyenda cuenta que en el siglo VII sus restos fueron vendidos por un comerciante hebreo a mercaderes árabes y que algunas partes acabaron en Italia, siendo utilizadas en la construcción de la conocida estatua de San Carlos en Arona, junto al lago Mayor. El Coloso de Rodas no ha sido históricamente la única representación antropomorfa de un faro.


El Coloso de Rodas, según lo imaginó en el siglo XVII el grabador Martin Heemskerck


El faro por excelencia, otra de las siete maravillas del mundo, fue el de Alejandría la gran ciudad fundada por Alejandro Magno en el año 332 a. de C. en la costa mediterránea de Egipto. Se trató de un faro que tuvo una larga y azarosa vida. Edificado por Sostrato de Cnido hacia el año 280 a. de C. sobre el islote de Phanos, frente a Alejandría, ocupó el imaginario colectivo de las poblaciones helénicas y latinas hasta el punto de que el nombre de la localidad se convirtió en sinónimo de este tipo de estructura.

Su construcción comenzó con el reinado de Ptolomeo (305-283 a. de C.) que fue general de Alejandro Magno, y terminó durante el reinado de su hijo Ptolomeo II (85-246 a. de C.), los faraones del Egipto helenístico, la última dinastía que finalizó con Cleopatra y la dominación romana. Se trataba del faro más notable de la Antigüedad: tenía 120 metros de altura, estaba recubierto de piedra blanca y podía ser visto a más de 30 millas de distancia, gracias a un juego de espejos. Tenía una base cuadrada de 71 metros de altura sobre la cual se construyó una sección central octogonal de 34 metros que terminaba en una linterna cilíndrica rematada por una estatua de Zeus. En su interior, una ancha rampa permitía transportar hasta la linterna, por medio de mulos, el combustible compuesto por leña resinosa. La torre permitía además alojar a la guarnición de soldados que hacía guardia en el puerto. En el año 641 el faro sufrió graves daños durante el asedio al que la ciudad fue sometida por los árabes. Poco después fue destruido por varios terremotos. En 1995 una expedición de arqueólogos subacuáticos franceses, dirigidos por Jean Yves Empereur, encontró enormes bloques de granito que parecerían pertencer a la base del faro, mientras exploraban los fondos del puerto de Alejandría en busca de vestigios de la ciudad antigua.




Además de estas estructuras monumentales, también proliferaron durante Antigüedad sencillas hogueras, encendidas sobre lugares altos de la costa. Los romanos edificaron las primeras torres con hogueras y exportaron el modelo de estas construcciones más allá de la reducida cuenca mediterránea, hasta las costas atlánticas de España y Francia, al canal de la Mancha y, en general, hasta donde llegó su expansión.

En Italia, el emperador Claudio mandó construir en el año 50 un puerto en Ostia, ampliado poco después por Trajano que le dio la forma que tiene en la actualidad, como salidade la capital al mar. En su entrada se alzaba imponente un faro inspirado en el de Alejandría, más en el aspecto que en las dimensiones, que puede verse representado en el pavimento de mosaico de la plaza de los Gremios de Ostia Antica. Construcciones similares fueron levantadas allí donde hubiese un puerto romano, desde el Tirreno hasta el Adriático. La proliferación de faros dejó su huella incluso en monedas y bajorrelieves, como por ejemplo en la Columna Trajana de Roma. Antes de la caida del imperio romano al menos treinta torres de señalizacióni iluminaban el mar en las costas mediterráneas y atlánticas. De ellas, una realizada por los romanos hace casi dos mil años se encuentra en funcionamiento en La Coruña: es la llamada Torre de Hércules, debido a múltiples leyendas que la acompañan, que fue consturida por Cayo Servio Lupo hacia el año 100, durante el reinado del emperador Trajano. De otro faro romano mandado construir por Calígula hacia el año 41 cerca de Boulogne, en la costa francesa, no quedan vestigios. Según parece Carlomagno mandó restaurarlo en el año 800 y siguió cobijando hogueras ocasionalmente pero el paso del tiempo y la falta de mantenimiento hicieron mella en el edificio, que acabó derrumbándose definitivamente en 1644. Tras la caida del imperio romano, los mares quedaron ensombrecidos durante la época de asentamiento de los nuevos pueblos llegados de Europa.

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