lunes, 15 de diciembre de 2008

LAS PRIMERAS SOTERRADAS


Uno de los más antiguos retratos de una mujer europea es una cabeza esculpida de marfil, hallada en Dolní Véstonice, hoy Checoslovaquia. La pequeña escultura, que data aproximadamente del 26.400 a.C., representa un rostro de mujer rematado por un moño de pelo (1). La mujer es de rasgos delicados y singulares, y su cabeza es la de un ser humano. La frente y la boca están desplazadas hacia la izquierda y su nariz tiene una pequeña abolladura en el extremo. Esta cabeza es única entre las muchas figurillas, utensilios y huesos hallados hace tiempo en (1) fue hallada en 1925 en Dolní Vestonice (Mikulov, Moravia, Chequia). Pertenece a la Cultura Pauloviana y está datada en 24000 años a.C. Se conserva en el Museo Moravo de Brno. Mide 10,5 cm. de altura., donde un grupo de unos 100 a 120 mujeres y hombres establecieron un asentamiento permanente durante el período más severo de la última glaciación. Vivían en cinco o seis grandes chozas, de 40 metros cuadrados cada una, y cazaban grandes animales –mamuts, caballos, renos- que vagaban alrededor del asentamiento. Construyeron sus casas junto a arroyos permanentes de agua, con fuego en su interior, donde cocinaban la carne y cocían los objetos de arcilla.



Venus Dolní Vestonice.

Trece años antes de que fuera descubierta la cabeza de marfil, en los alrededores se desenterró el esqueleto de una mujer cuyo cráneo tenía una magulladura en el lado izquierdo, que pudo haber producido el desplazamiento del rostro de la mujer de la escultura de marfil hacia la izquierda. El esqueleto bien pudo ser el de la mujer representada en marfil. La mujer inhumada, que según las estimaciones tenía unos cuarenta años y medía metro cincuenta y dos de alto, había sido cuidadosamente colocada en una tumba dispuesta en el extremo occidental del asentamiento. Yacía de costado, orientada hacia el oeste, con las piernas extendidas. Sobre su cuerpo se había espolvoreado ocre rojo y dos cuchillos de escápula de mamut, uno con líneas de dibujos irregulares incisas, estaban colocados sobre ella. Sus utensilios de piedra, y las zarpas y la cola de un zorro del ártico habían sido enterrados con ella, y en su mano derecha se encontraban los dientes del zorro. La tumba y la escultura de marfil es todo lo que ha perdurado de su vida, y proporcionan una fascinante visión de la existencia de una mujer hace cientos de miles de años.
Tales visiones de la vida humana en Europa antes de la invención de la escritura intrigaron a los escritores preocupados por la naturaleza y la sociedad humanas. ¿Era acaso una mujer por corriente? Es probable. El empleo del ocre y su postura funeraria eran comunes en esta época, pero los huesos de mamut no. ¿Qué significa la escultura? ¿Acaso gobernaba? ¿Era de alto rango? ¿Estaba sometida a los hombres de su grupo? ¿Existen modelos de naturaleza humana que nunca han cambiado? La ausencia de materiales escritos hace virtualmente imposible una respuesta certera a estas preguntas.

Sin embargo, el problema del rango de las mujeres en la prehistoria es importante, pues los más antiguos documentos escritos de griegos, romanos y hebreos muestran a las mujeres sometidas a los hombres. La razón más probable de este sometimiento es el desarrollo de la competencia y la guerra entre grupos, en general como respuesta a la presión de condiciones ecológicas y sociales compulsivas.

Durante muchos años se sobrevaloró la importancia de la caza –normalmente llevada a cabo por hombres-, porque las armas y los huesos perduraban, y figuraban de modo preeminente en las excavaciones arqueológicas. La recolección, por medio de la cual los pueblos cazadores se procuraban la mayor parte del alimento, estaba infravalorada, pues las cestas, los objetos para su transporte, las verduras y las frutas recolectadas no perduraban. Recientes estudios sobre los dientes de los primeros humanos demuestran que el grueso de su dieta lo constituían las verduras, posiblemente recolectadas por las mujeres del grupo. Pero no es posible conocer el rango de estas mujeres recolectoras. ¿Se las valoró mucho porque proporcionaban la mayoría de los alimentos del grupo o se consideraban normales porque procuraban el sustento cotidiano, en lugar del suplemento excepcional de proteínas animales? El mismo problema de interpretación se aplica a los objetos, en especial si no son de una utilidad evidente. Se puede suponer la función de hachas, agujas y cuchillos, pero la importancia de objetos como la cabeza de mujer esculpida en marfil sólo se puede adivinar.

Otras figurillas halladas en Dolní Véstonice plantean varias preguntas, pero ofrecen pocas respuestas: pendientes de hueso y marfil en forma de pechos, vulvas y penes; figuritas de arcilla que representan osas, rinocerontes, leonas y humanos. De todas las figuritas, la que ha recibido mayor atención por parte de los estudiosos es la pequeña estatuilla rojiza de arcilla de una figura femenina abstracta. La figura está de pie desnuda y carece de brazos, pies, nariz, boca, pelo o genitales. Sus antebrazos, ojos, columna vertebral, ombligo, piernas y nalgas están resaltados por profundas incisiones. Cuatro hendiduras también delinean su espalda, dos en cada lado de la columna vertebral. De su obeso cuerpo cuelgan dos grandes pechos y nacen anchos muslos.
Esta figurilla es un ejemplo de las llamadas “Venus” halladas en numerosos asentamientos europeos, desde España hasta Liberia, todas ellas datadas en un margen de unos pocos miles de años las unas de las otras. Se han hecho muchas especulaciones sobre ellas, la mayoría tan superficiales como las ideas que han permitido que estas figurillas se denominaran “Venus”. Han sido descritas como mujeres embarazadas y se las ha llamado objetos de fertilidad, a pesar de que sólo unas pocas están ostensiblemente embarazadas y los pueblos cazadores-recolectores tienden a limitar su fertilidad en lugar de ensalzarla. Ha sido denominadas diosas-madre, a pesar de no existir pruebas de lo que creían las gentes que las crearon. Estos objetos dicen al historiador muy poco sobre la mujer o su relación con el hombre en estas primeras sociedades.


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La mujer de Dolní Véstonice y las figurillas de “Venus” datan de principios de la edad de piedra europea, hace unos veinte mil años. Hasta el 6000 a.C., aproximadamente, los humanos del continente europeo vivían como sus antepasados de Dolní Véstonice, recolectando y cazando, mientras el clima se hacía más calido y las tundras daban paso a florestas y bosques. Otros asentamientos posteriores también realizaron curiosos objetos. Una cultura, en Lepensky Vir a las orillas del Danubio, colocaba en sus casas cantos rodados de granito amarillo esculpidos; algunos decorados con dibujos abstractos, otros esculpidos como criaturas pisciformes; uno tenía inciso el contorno de unos genitales femeninos. El significado de estos cantos rodados constituye un enigma. Otras culturas tempranas han dejado tras de su sí multitud de figurillas: pájaros, peces, mujeres, hombres, formas abstractas y objetos irreconocibles. Los intentos por clasificarlos y comprenderlos son mera especulación. Otros testimonios de pinturas rupestres y esculturas sugieren que al menos algunos de estos primeros pueblos del continente europeo comprendían tanto la función femenina, como la masculina en la reproducción. Los animales se apareaban de modo estacional, mostraban la copulación en primavera y a las hembras preñadas en verano. Si se adoraron mujeres o diosas en las más antiguas culturas europeas, este culto no descansaba en el supuesto control total de la mujer sobre la reproducción, como a menudo supusieron los primeros estudiosos.

Notas:

(1) Fue hallada en 192 en Dolni Vestonice (Mikulov, Moravia, Chequia). Pertenece a la Cultura Pauloviana y está datada en 26.400 años a.C. Se conserva en el Museo Moravo de Brno. Mide 10,5 cm. de altura.

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